Como miles de jóvenes venezolanos, Brenda Montero hizo planes para emigrar y buscar un porvenir en otro país, en su caso Chile; pero problemas con un documento legal y luego la pandemia, la hicieron desistir y apostar por la producción agrícola.
A Montero, licenciada en Administración de Empresas, no le era desconocido este oficio. Su padre tenía una parcela que cultivaba; no obstante, nunca quiso que se involucraran porque le gustaba asumir la tarea solo.
Cuando su progenitor falleció hace seis años y cansada de trabajarle a otras personas, esta joven decidió continuar los pasos paternos en una labor que le apasiona, ya que aparte de ser una herencia familiar, toda la vida le han gustado las plantas, la naturaleza.
Fue así que asumió las 8 hectáreas, ubicadas en el sector La Rogeña de Río Acarigua. Allí siembra maíz, en un principio a medias con agricultores de la zona, para conocer el oficio y ganar experiencia; y desde hace dos años, de manera independiente, con el respaldo de la Asociación de Productores Agrícolas de Venezuela (Aproven).
Disciplina: la clave
Brenda Montero es una convencida de que con disciplina se logra lo que se desea. Es tan cierto, que ha obtenido buenos rendimientos a pesar de las dificultades que enfrenta y es que viaja bien temprano todos los días en transporte público desde Píritu, donde reside, y tiene que caminar una hora para hacer el trayecto entre el puente de Río Acarigua y su parcela. Es una rutina de ida y vuelta. A veces corre con suerte y consigue una cola.
Como si fuese poco, no dispone de la maquinaria necesaria para hacer las labores agrícolas, por lo que se ve en la necesidad de alquilarlas. Tampoco cuenta con obreros fijos, solo los contrata para el arado, siembra, fertilización, control de malezas y plagas, y recolección. El resto lo asume en solitario.
«Tengo dificultades, pero no abandono, porque quiero seguir trabajando, produciendo la tierra. El hecho de no contar con un vehículo, no me impide cumplir mis objetivos. A la hora de afrontar las labores se me hace difícil porque tengo que estar trajinando con los fertilizantes, pero ahí vamos», asevera esta joven productora.
Gracias a Dios -continúa- me ha ido muy bien, porque uno con disciplina logra todo. Soy una persona a la que le gusta el orden y la planificación. Visito la parcela de lunes a lunes, no dejo nada al azar, y por eso es que tengo el maíz limpiecito y con la totalidad de las labores cumplidas a tiempo. Cualquiera tira la toalla, pero yo pa’ alante con mi cultivo, voy a caminarlo todos los días.
¿Quién dijo miedo?
Brenda Montero comenta que muchas personas le preguntan si como mujer no le da temor caminar sola hasta la parcela y asumir este trabajo, a lo que ella responde enfáticamente que no.
“Sinceramente, no me da miedo andar sola por ese monte. A pesar de que no vivo ahí, ya la gente del caserío me conoce y todo es muy tranquilo; además, con miedo es difícil sembrar, arriesgarse y hacer algo que es catalogado un oficio para hombres”, manifiesta Montero, quien asegura que como mujer no se le ha hecho difícil, porque lo asume todo con pasión.
Destaca el respeto que le tienen a quienes contrata para que la ayuden en las labores.
Es algo -prosigue- que me he ganado. Les gusta trabajar conmigo porque me monto en los tractores, no los dejo solos, estoy pendiente de todo, Además, les cancelo a tiempo: trabajo hecho, trabajo pago.
Un gran apoyo
Una vez que dejó de lado los planes de emigrar, esta novel agricultora decidió trabajar sola la parcela y acudió a la Asociación de Productores Agrícolas de Venezuela (Aproven), donde su presidente le abrió las puertas y la ha financiado por dos ciclos consecutivos.
-Valoro mucho el apoyo que me ha dado el señor Nicolás Romano. Desde un primer momento confió en mí y me ha enseñado bastante. Es una persona responsable, y si sembramos a tiempo fue gracias a él, que entregó todo en su debido momento, dijo.
Comentó que, en el ciclo pasado, cuando cultivaron maíz transgénico, a muchos les fue mal, pero a ella muy bien, obteniendo 8 mil kilos por hectárea. Este año sembró Dekalb y espera que le vaya mucho mejor.
En Aproven ha aprendido que no se trata de sembrar a lo loco, ya que para tener éxito se requiere organización.
Crecer es la meta
A mediano y largo plazo, Brenda Montero se proyecta en el campo y por eso está entre sus planes ampliar la superficie de siembra, a través del arriendo de tierras en el mismo sector donde se encuentra en la actualidad.
“No me pienso quedar solo con las 8 hectáreas de la familia, mi meta es crecer, sembrar más” dice animada, al comentar que, de tres hermanos, es la única que tiene vocación agrícola.
Lo que sí está entre sus planes inmediatos es tener hijos y, aunque sabe que es un reto, tiene la seguridad de que puede compaginar su trabajo de agricultura con el de madre. “Todo es cuestión de organización”, reitera.
La de esta joven es una historia de superación, de apuesta al futuro. Es consiente de que ha elegido un trabajo sacrificado “aunque muy gratificante” y sabe que cada vez hay más mujeres, jóvenes, agricultoras y con iniciativa que disfrutan de esta profesión.