El tener casi toda la vida trabajando en el campo, no ha amainado su feminidad, al igual que no han agriado su carácter, las duras situaciones que le ha tocado enfrentar. Es una fiel convencida de que hay que asumir la vida con una actitud positiva para encontrarle el verdadero sentido.
Hablamos de María Torrealba, cuya figura menuda y sonrisa afable pueden llamar a engaño, ya que detrás de esto se encuentra una mujer de un carácter fuerte, que ha hecho una perfecta dupla con su compañero de vida por 32 años, Vismael Escalona, para sacar adelante a la familia y a la parcela que tienen en La Ceiba, sector La Peñita, del municipio Turén.
Empezaron a cultivar en seis hectáreas y ya tienen 100 has. dedicadas al cultivo del maíz y una pequeña parte en la que siembran cebollas y tomates.
Su día a día comienza desde muy temprano, luego de preparar el desayuno, les toca faena en campo. Aunque esta ha sido su rutina de años, ya la carga es menos pesada pues ya sus hijos son mayores, profesionales y cada uno hizo su vida. Solo está con ellos el menor, de 30 años, quien heredó el amor por labrar la tierra y es poco lo que la deja hacer.
“El me cuida mucho, no quiere ni que me monte en el tractor, me dice que ya yo hice bastante en la vida”, expresa.
Duro comienzo
Torrealba nunca pensó dedicarse a la agricultura, sino hasta que murió su suegro, quien le heredó seis hectáreas a su esposo y decidieron dedicarse a trabajar en eso, sin abandonar la venta de lotería y de ropa, cuyos ingresos -que ella administraba con criterio de escasez- usaban para mantener a la familia y comprar lo que necesitaban para la siembra.
“Nosotros nos autofinanciábamos. Empezamos con seis hectáreas y poco a poco adquirimos otras. Además de trabajar en el campo, me dedicaba a la venta de ropa y lotería para obtener los ingresos que necesitábamos para poner a productor la parcela”, señala Torrealba, quien recuerda que el primer tractor se lo compraron con el dinero obtenido por la venta de unos cochinos.
Tras un accidente, que dejó a su esposo en cama por alrededor de cuatro años, a María Torrealba le tocó asumir en solitario levantar a su familia y llevar adelante la siembra, sin abandonar la atención de su cónyuge enfermo. “En esa época, me tocó bregar más todavía. Desde el amanecer con las tareas del hogar y atendiendo a mis hijos, luego al campo, a montarme encima de los tractores, incluso hasta en horas de la madrugada; iba a otros caseríos a vender billetes de lotería y nunca dejé de acompañar a Vismael en el hospital de Acarigua-Araure, en el mes que allí estuvo ingresado, tras lo cual tuvo una lenta recuperación en casa”.
Esos fueron tiempos duros, hasta que ella decidió buscar financiamiento y tuvo 21 años con una asociación que sin explicación alguna decidió no financiarla más.
Allí continuó nuevamente sola y el maíz que sembró se lo ofreció al presidente de Aproven, Nicolás Romano; se sintió bien con el pago y con el trato que le dieron, por lo que decidió formalizar su relación con la Asociación de Productores Agrícolas de Venezuela. Casi un lustro después sigue con este grupo del que se siente una parte importante.
“Aquí me siento bien, cómoda y apreciada”, aseveró.
Cada etapa que uno vive es distinta -manifestó- y afortunadamente en Aproven me han brindado todo el apoyo para seguir con la siembra de maíz. Desde que estoy con ellos, recibo a tiempo las semillas, los químicos y todo lo que necesito para sembrar. Aquí lo tratan a uno como un igual, tanto su presidente como los trabajadores, uno se siente querido y así se trabaja con más ánimo.
Anclada en el campo
Esta productora agrícola no se queja de lo que le ha tocado vivir y de los avatares de la siembra, una labor a la que considera muy dura pero satisfactoria. “No todos los años son iguales, a veces la siembra no se da como uno espera, y otras sale uno muy bien. Lo importante es seguir adelante”, dijo.
Espera este año obtener una buena cosecha para levantar nuevamente su casa, que perdió casi en su totalidad debido a un incendio generado por un corto circuito, del que afortunadamente, salieron con vida.
A sus 54 años, María Torrealba no piensa abandonar la agricultura, aunque sea dedicándose a pequeñas labores. Su vida está anclada en el campo y transcurre entre el cuidado del hogar, su familia, y la siembra, ya que «mi trabajo y pasión es por la agricultura. Es lo que nos ha permitido crecer como familia”.
“La agricultura para mi es como la vida, con esto levanté a mi familia, la llevo en la sangre. El ser mujer no ha sido impedimento para embraguetarme, he asumido este compromiso, que es muy duro porque también hay que atender el hogar y criar a los hijos”, asevera esta aguerrida dama para quien las palabras temor e imposible, no existen en su diccionario.