El trato ameno y personalizado a quienes a bien nos visitan en nuestra sede es algo que en la Asociación de Productores Agrícolas de Venezuela (Aproven) nos tomamos muy en serio, y todo comienza con el cafecito, caliente y sabroso que —con dedicación y amor por todo cuanto hace— Aledcita Briceño coloca en las manos de quien va llegando, segura de dar una cálida bienvenida al mejor estilo del generoso llano que llevamos en el corazón.
De los quince años que tiene Aproven, once lleva Aledcita en la empresa, haciendo todo lo que esté en sus manos para hacer sentir a clientes, amigos, proveedores, productores y empleados con la comodidad con la que solo se sentirían solamente en sus propios hogares.
“Aproven nació gracias a gente como Aledcita, solo hay que ver la hora en que llega y a la que se va”, aseguró Nicolás Romano, presidente del consorcio, orgulloso de la encomiable labor de esta mujer que, sin duda, se gana los corazones de quienes comparten con ella.
Las suertes del destino hicieron que, antes de que ella ingresara a la empresa, lo hiciera su esposo quien trabajó en ella durante algún tiempo y, cuando hubo una vacante en el área de servicios generales, le impulsara a ingresar sus documentos para optar por la plaza laboral. No debió esperar mucho, en apenas unos días estaba adoptando a Aproven como su segunda casa.
“Al principio limpiaba un tráiler, que era donde estaban las oficinas mientras construían la sede, al señor Nicolás le gustaba que le pegara la manguera, que limpiara con mucha agua para que quedara todo bien limpio, le gustó tanto mi trabajo que en menos de un mes me dejó fija”, comentó Aledcita sobre sus inicios en el consorcio.
Con el tiempo Aledcita no solo se dedicó a labores de limpieza sino también a hacer los desayunos para los empleados de Aproven, lo hacía en el tráiler, con tanto esmero y preocupación que, un día, comenzaron a llamarla mamá, forma en que aún se refieren a ella quienes han estado desde entonces y quienes entraron posteriormente a formar parte del staff de profesionales que allí hacen vida.
De los once años que lleva en el consorcio, le queda la satisfacción de haberse ganado a pulso la amistad y la consideración de todos los que allí trabajan y del señor Nicolás Romano de quien, asegura, “siempre me ha ayudado en cuanto necesito, no solo aquí sino también en mi casa, él es muy bueno”.
Ha sido esforzado, duro, pero a Aledcita, que parece que siempre está sonriendo, no le costó mucho hacerse de la amistad de todos, incluyendo a Romano a quien al principio evitaba por pensar que este era inaccesible, visión que cambió rápidamente una vez entró en la dinámica de la empresa.
Trabajar en Aproven es “Lo mejor”, aseguró, y ella, que vive en Río Acarigua, se levanta muy temprano para llegar a tiempo, ya sea a pie, en transporte público o hasta en las gandolas que se dirigen al consorcio a entregar allí su preciosa carga.
Para Aledcita estos años de Aproven han sido de crecimiento en todos los aspectos, tanto que sus vecinos le preguntan cómo hacen para formar parte de la empresa, y eso es algo que a ella le gusta pues le hace saber que es parte de un proyecto con visión de futuro que impacta positivamente al país, al estado y a su comunidad.