Para quienes se dedican a las labores del campo, no hay oficio más reconfortante que éste, donde la perfecta simbiosis entre hombre y naturaleza, da vida a través de lo que brota de la tierra.
Este amor por el agro lo lleva en la sangre Eimer Escalona, “el pollo de Moroturo”, un coplero que conjuga sus dos pasiones: labrar la tierra y cantarle y componerle al llano, para transmitir lo más profundo de su esencia.
“No hay trabajo más bonito”, sentencia este conocido cultor venezolano, nacido en Acarigua, quien desde pequeño y de la mano de su padre, comenzó a cultivar esta pasión que luego convirtió en coplas y música para dar a conocer la grandeza del llano y de su gente.
“El pollo de Moroturo” está con la Asociación de Productores Agrícolas de Venezuela, prácticamente desde los inicios del consorcio y movido, en principio, por el apoyo que el presidente de Aproven, Nicolás Romano, le da a la cultura.
Se dedica a la siembra de maíz en unas 10 hectáreas ubicadas en Cañaveral, municipio Esteller, y que forman parte de la parcela propiedad de la familia de su esposa.
Él mismo se encarga de su tierra, de hacer las labores, se plantar la semilla hasta ver florecer la mazorca, cosecharla y entregarla.
Es mi casa
Su relación con Aproven va más allá de ser un pequeño productor financiado, ya que también trabaja en la parte de producción de jingles y publicidad para el consorcio, esto junto al periodista y poeta Coromoto Álvarez.
-En mi caso, el slogan que reza “Aproven es tu casa”, lo es. Aquí me atienden como a uno de los suyos, me apoyan ante cualquier dificultad, no como productor, sino como persona, asevera.
De esta relación, nació su vocación por la siembra de maíz, que considera sagrado. “Es el rubro agrícola más noble. Uno nunca controla todas las dificultades del ciclo, y el maíz todos los años nos regala sus frutos”, asegura.
La tierra nos llama
Su faceta de compositor y cantante no choca con el trabajo del campo, porque precisamente el canto llanero viene del campo, se nutre de él.
-No hay trabajo más bonito que el del campo, nos nutre en todos los sentidos: con alimentos, el alma… El contacto con el ambiente es la relación amorosa más maravillosa que existe, Cada semilla es un hijo de nosotros. Lo más parecido a una tigra parida es un agricultor. Peleamos con la maleza, con las enfermedades, los gusanos, padecemos las situaciones de la naturaleza, las inclemencias del tiempo, la sequia, los excesos de agua, expresa.
Uno pierde las facultades físicas -agrega- pero nunca la voluntad de estar sobre el sembradío todo el tiempo. Uno por la tierra tiene un arraigo, un sentimiento. No podemos vivir sin cultivar. Uno pasa un ciclo sin sembrar y siente que le falta algo. La tierra nos llama, es inexplicable, pero lo entendemos de tanto sentirlo.
Nada más satisfactorio
Para “El pollo de Moroturo” hay actividades más lucrativas, más beneficiosas económicamente hablando, pero asegura que ninguna tan satisfactoria como la de ser agricultor. “Cuando empiezan las primeras lluvias, a uno le da como una taquicardia, porque hay esperanzas en el nuevo ciclo de siembra. También hay mortificaciones, pero el año que no la tenemos, envejecemos”.
Escalona está claro en lo que quiere legar a sus cuatro hijos, a quienes les ha inculcado en amor por el campo y el valor del trabajo. ‘¿Qué les puedo dejar? Plata no porque ya estoy viejo y no la hice, tal vez una finca tampoco, pero si la vocación del trabajo. Eso es uno de los pilares fundamentales del hombre”.